Sobre la Revolución – Jacques Camatte (1972)

Nota A&C: Difundimos el texto “Sobre la Revolución”, publicado originalmente en la revista Invariance (Serie II, 1972 bajo el título “De la Révolution” ). El autor de este ensayo, Jacques Camatte, trabajo con Amadeo Bordiga y el grupo de teóricos marxistas que fueron conocidos como la Izquierda Comunista Italiana. Después de los eventos que tuvieron lugar en Francia en mayo de 1968, Camatte, junto con sus compañeros de Invariance, comenzaron un análisis crítico de las actividades de la izquierda comunista italiana, de la obra de Bordiga tanto como la de Marx. El título de la revista originalmente se refería a “la invariancia de la teoría del proletariado”, la teoría de la Liga de los Comunistas y la Primera Internacional. Por el año 1973 los críticos decían sobre esta revista que “nada varia más que Invariance”. Camatte y sus compañeros, persiguiendo el análisis crítico que ellos mismos habían iniciado, llegaron a concluir que “lo que permanece invariante es la aspiración a redescubrir la comunidad humana perdida, y esto no puede tener lugar a través de un restablecimiento del pasado, sino solamente a través de una nueva creación”. Su búsqueda teórica/práctica los llevo a un completo rechazo de la teoría de los partidos y organizaciones revolucionarias, la teoría de la conciencia revolucionaria, la teoría de la consciencia venida desde el exterior, la teoría del desarrollo progresivo de las fuerzas productivas: “el movimiento del mayo francés demostró que lo realmente necesario es un nuevo modo de vivir, una nueva vida (las citas son del último artículo de la revista Invariance n° 3, 1973).

Si bien se ha dicho que Jacques Camatte predica el abandono de este mundo, algo así como un retirarse de la dinámica de vida propia de la civilización capitalista, el término hace referencia a una acción mucho más profunda que pasa por rechazar las representaciones del capital, la lógica de la enemistad y la represión parental, particularmente en lo que se refiere a los infantes. Los/as lectores/as podrán juzgar por sí mismos al leer el texto que sigue, más es necesario aclarar que uno de los factores fundamentales de la ruptura de Jacques Camatte con la dinámica del antiguo movimiento revolucionario fue su preocupación por el abandono de la dinámica represiva que resulta de la domesticación de la especie humana (y, evidentemente, de las demás especies vivas), proceso que hunde sus raíces hace miles de años en el momento de disolución de las comunidades primitivas y que hizo posible la emergencia histórica de la sociedad capitalista. En este sentido, Camatte hace énfasis en considerar la continuidad que existe entre el capital y la domesticación que han operado sobre la humanidad, y sobre la vida planetaria, milenios de sociedades de clases.

La traducción de este texto fue realizada por un comunista por la Anarquía del equipo editorial de Anarquía & Comunismo.

Sobre la Revolución

Los diferentes grupúsculos que se han manifestado después de 1945, siempre han rechazado el reconocer la muerte del viejo movimiento proletario. Hacerlo habría sido afirmar su propia auto-negación. Lo cual no ha impedido que la evocasen, interpretasen y teorizasen bajo la rúbrica: crisis del movimiento proletario, concebida generalmente como una crisis de dirección revolucionaria. Sólo muy raramente las causas de esta muerte han sido buscadas dentro de la clase misma. Era necesario, ante todo, rechazar la afirmación de que el proletariado está integrado dentro del capital y que ha abandonado su misión histórica (como Trotsky  ya lo afirmaba, en 1939, en el texto “La URSS en Guerra”). Algunas personas interpretan este fenómeno explicando que el capitalismo se ha transformado al convertirse en un capitalismo estatal o burocrático, pero que el proletariado continúa siendo el mismo y mantiene también la misma misión; de allí el plagio del Manifiesto Comunista por el grupo francés Socialismo o Barbarie. No se trata de protestar contra la producción de un manifiesto en nombre de la santidad de los textos clásicos, ni siquiera de uno que es una copia del de 1848, sino de revelar los límites de tal proposición. En esta perspectiva, debemos hacer notar que la Internacional Situacionista, fundada algunos años después, actuó del mismo modo. Por el contrario, grupos como Potere Operaio y Lotta Continua propugnan un neo-leninismo.

Hubo personas [1] que comprendieron el significado de la derrota del proletariado en 1945 y, por lo tanto, deduciendo la inutilidad de la misión del proletariado, rechazaron la teoría de Marx. Afirmaban -y esto fue teorizado de miles de maneras diferentes-, que el proletariado estaba desapareciendo en las áreas altamente industrializadas, que eran los grupos marginales quienes podrían realizar el antiguo proyecto proletario, o incluso que serían los campesinos en revuelta en las zonas no asfixiadas por el capital quienes reactivarían la dinámica revolucionaria.

Bordiga comprendió plenamente la derrota del proletariado y el desenvolvimiento orgiástico del capital después de 1945. Es por eso que escribió: “Hemos dicho muchas veces que el Manifiesto es una apología de la burguesía. Hoy, después de la Segunda Guerra Mundial y de la reabsorción de la revolución rusa, agregamos que debe ser escrito otro”. El desenvolvimiento del capital en una escala mundial iba, según Bordiga, a aumentar el proletariado, y la crisis resultante de ese crecimiento extraordinario impulsaría al proletariado en las viejas metrópolis, particularmente en Alemania. Este último país era considerado como el centro de la futura revolución.

Las diversas recesiones, así como los contra-golpes de las revoluciones anticoloniales, no lograron revivir la agitación revolucionaria en la Europa occidental y en los Estados Unidos. La pasividad del proletariado parecía haberse vuelto permanente en los inicios de los años 60s. La teoría y la práctica de grupos tales como el SDS alemán, grupos similares en E.U, los Zengakuren en Japón, tenían por objetivo despertar nuevamente la fuerza revolucionaria del proletariado mediante acciones ejemplares. Esos grupos percibieron -especialmente algunos miembros del SDS- la importancia de la derrota anterior y pensaban que el movimiento proletario había retrocedido cien años. Intuían un nuevo comienzo, el amanecer de una nueva época… Es por eso que desaparecieron en el curso de la fase insurreccional que culminó en París y en México en 1968, o bien para ese entonces ya se habían disuelto. La disolución del SDS en 1970 fue criticada, pero era en realidad la prueba concluyente de la validez de su actividad anterior. Con la emergencia de una nueva fase revolucionaria ellos tenían que desaparecer. Lo mismo puede decirse del movimiento maoísta en Francia que, paradójicamente, excepto por algunos pequeños grupos aislados, expresa mejor el movimiento espontáneo nacido de la crisis de mayo. La vida catastrófica de las organizaciones maoístas es la mejor prueba de lo que hemos estamos anticipando. Pregonaban una ideología, atrapada por la revolución cultura china, sobre los sucesos revolucionarios de mayo de 1968. Pero, a cada momento el contenido se mostraba más poderoso que la forma y la hacía explotar. El deseo de mantenerse con las masas en revuelta los inducía cada vez más a cambiar de terreno (en la medida en que las luchas se desplazaban de un grupo social a otro) y asumir varias demandas, a las cuales originalmente se oponían o ignoraban: la lucha contra los sindicatos, reconocidos como organizaciones fundamentales para mantener la dominación capitalista; luchar por la emancipación de las mujeres; por la revolución sexual, etc. En otras palabras, su fraseología política se desmoronaba cuando se confrontaba con las exigencias totales: tuvieron que reconocer que la revolución no era simplemente un problema político, sino que concierne  a una transformación total del modo de producir, de vivir, la abolición del poder es solamente un momento de la revolución, y reducir todo a ese momento lleva pura y simplemente a dejar de comprender todas las dimensiones de la revuelta humana, todas las dimensiones de la revolución.

Después de la sacudida de mayo -que había sido precedida por un vasto movimiento que se desarrolló en dos áreas y momentos históricos diferentes, China y Occidente-, que fue seguida por grandes luchas en Italia, las primeras huelgas salvajes en Alemania, las huelgas de Kiruna, los disturbios de 1970 en Polonia, la gran revuelta de Ceilán en 1971, el proletariado es siempre contenido por los grupúsculos que son las ruinas del viejo movimiento proletario (que agrupan a cientos de miles de trabajadores, como el PCF, o sólo algunos cientos). Estos grupos organizan un pasado que debe continuar de un modo tal que inhiba todo movimiento de lucha real, lo cual no impidió que algunos de ellos – como el PCF y el PS en Francia- alterasen sus programas para adaptarse a la marea revolucionaria que sentían emerger.

Desde entonces, todas esas personas que actuaban para sacar al proletariado de su letargo, aquellas que se habían manifestado o luchado en los años anteriores, han sido juguetes de las ilusiones  ¿o acaso solamente han hecho ruido para enterrar mejor la revolución? Permítasenos decir que, de hecho, enterraron un pasado, que han liquidado las ilusiones de un mundo desaparecido.

El proletariado efectivamente sufrió una grave derrota en 1945, y esta no podía ser superada proponiendo una acción compatible con las tareas del proletariado en un periodo dado del pasado que ya no tiene ninguna relación con su situación actual. La derrota de 1945 señaló la imposibilidad para el proletariado de suprimirse tanto a sí mismo como al capital en el área eslava -así como en las otras áreas que se rebelarán después de 1945- y de impedir al capital alcanzar su dominación real sobre la vida social, primero en Occidente, y después en todo el planeta. El capital sólo pudo alcanzar esta etapa al realizar su dominación sobre el ser inmediato del proletariado, el trabajo productivo.

Esta constatación implica una ruptura absoluta con lo que fue la práctica y la teoría del movimiento proletario anterior a 1945. Y,  dado que desde 1923 hasta 1945 simplemente hubo una repetición de lo que sucedió entre 1917 y 1923, podemos modificar nuestra proposición y decir que debemos romper con la teoría y la práctica del movimiento proletario hasta 1923.

Sin embargo, tal proposición no postula que debemos construir un nuevo movimiento a partir de las ruinas de las diferentes corrientes del movimiento proletario. De ninguna forma se trata de  escribir un nuevo manifiesto, un nuevo programa, etc., o de volver a Marx emulando sus actitudes por considerarlas como las más revolucionarias. El retorno hacia algo es frecuentemente el escape de otra cosa, de la realidad contemporánea. De hecho, consiste en pensar la caducidad de ciertas partes de la obra de Marx; caducas precisamente porque ya fueron realizadas.

Básicamente, la obra de Marx esquematiza tres grandes períodos de la historia de la humanidad, con las respectivas discontinuidades que tales periodos implican: el pasaje desde el feudalismo hacia el modo de producción capitalista, el  desenvolvimiento del capitalismo y la emergencia del comunismo. Su obra también abarca otros momentos de la historia de la especie humana: las formas pre-capitalistas, pero lo que Marx describe exhaustivamente es el periodo de la dominación formal del capital. En el Manifiesto, en La Guerra Civil en Francia, en El Capital (los 4 libros) y en la Crítica del Programa de Gotha encontramos el reformismo revolucionario de Marx, que consideraba las posibilidades de la sociedad de su época. Esto no le impidió describir el comunismo plenamente realizado (cf. las Notas sobre el libro de James Mill y ciertos pasajes de los Grundrisse), y de exponer los elementos esenciales para la transición hacia la dominación real del capital, las características fundamentales de este periodo, pero fue incapaz de hacer una obra sintética al respecto (no es por casualidad que El Capital no fue terminado). En consecuencia, Marx no describió el devenir revolucionario del comunismo cuando el modo de producción capitalista ya hubiese alcanzado su dominación real (al menos no detalladamente, como en el caso de esta transformación sobre la base de la dominación formal).

Muchos responden a eso diciendo que es falso, afirman que Marx proveyó todas las indicaciones necesarias debido a que, en cualquier caso, incluso durante la dominación real, habrá clases y, por consiguiente, partidos. En consecuencia, la clase revolucionaria tendrá que constituirse en partido, etc.

No negamos que existen invariancias, pero:

1) Es necesario situar el dominio de la invariancia, lo que implica una delimitación espacio-temporal; así,  la clase invariante no ocupa un área tan larga en cuanto a la producción o a la población.

2) el desenvolvimiento, el devenir, acontece comenzando desde lo particular y no desde lo general; se deben, por tanto, estudiar las nuevas determinaciones.

En un nivel más profundo se nos impone -debido a esta dominación real del capital- repensar la teoría de Marx en sus aspectos esenciales y redescubrir  ciertos puntos fundamentales que habrían sido omitidos, olvidados o simplemente descartados por no haber sido comprendidos. No se trata de postular una hermenéutica, sino de afirmar un esfuerzo siempre renovado para expresar concreta y explícitamente lo que entendemos por comunismo, en tanto que es una práctica y una teoría para la cual la obra de Marx continua siendo un elemento relevante.

Esa teoría explica la constitución de la humanidad en comunidades comunistas cuyo conjunto formó el comunismo primitivo, la disolución de estas comunidades por el valor de cambio y la autonomización de éste, momento que es posible solamente cuando las fuerzas productivas se desenvuelven en un cierto nivel. Este movimiento destruyó las comunidades y simultáneamente engendró los individuos y las clases. Su triunfo no fue, por tanto, el resultado de una fatalidad. Muchas veces sucedió que las antiguas comunidades tomaron provisoriamente una ventaja de ese movimiento. Triunfó, no obstante, en Occidente con el modo de producción antiguo, más fue reabsorbido por el modo de producción feudal. Solamente al margen de la sociedad feudal el valor de cambio pudo retomar su vitalidad y engendrar el modo de producción capitalista, el cual solo pudo llegar a dominar el proceso de producción cuando los seres humanos fueron separados de sus medios de producción. Eso que Marx denominó como el primer concepto del capital, es ésta separación. El capital realizó así lo que el dinero no podía, la constituirse como una comunidad material que captura toda la materialidad de los seres humanos -antropomorfosis del capital- mientras que la humanidad misma fue cosificada, capitalizada. Este proceso se completa con la formación del capital ficticio, produciendo una comunidad ficticia en la cual la especie humana es totalmente impulsada por el mecanismo del capital, un ser sensible-suprasensible. El ser humano es completamente vaciado, su creatividad es extraída y absorbida, e incluso es expulsado del antiguo proceso de producción; tiende a convertirse en un ser marginal, la contaminación del capital. El capital se autonomiza y supera sus límites (una especie de supra-fusión del capital), más no puede alcanzar esta etapa sin la participación de los seres humanos, su contaminación necesaria. Los seres humanos son los límites del capital. La opresión constantemente creciente, y que es directa o indirectamente acompañada por la destrucción de la naturaleza, llevará a los proletarios de la clase universal a rebelarse contra el capital. Es por eso que no podemos continuar extrayendo nuestra fuerza del pasado, o de los antiguos fundamentos humanos que podrían haber sido conservados en esta sociedad, porque todo eso ha sido destruido. De hecho, los proletarios deben realmente crear el movimiento de su propia liberación.  Ya no pueden apoyarse en los antiguos esquemas; el partido solamente puede ser el partido-comunidad (gemeinwesen), que no podrá ser realizado al momento de su surgimiento mediante el principio de centralización ni tampoco por su opuesto, el federalismo. Es muy probable que la insurrección de la clase universal cree directamente los organismos que serán compatibles con la posibilidad comunista de esta sociedad, es decir, crear comunidades que realicen una práctica totalmente diferente de la actual. No es posible prever los detalles de este fenómeno, aunque ya podemos percibirlo como la única posibilidad de lucha contra la comunidad del capital (Tendencia a unificar varias actividades separadas, formación de una unidad diferente entre la industria y la agricultura, de otras relaciones entre hombres y mujeres. Además, el momento mismo de explosión revolucionaria será determinante para la producción de una forma más o menos elaborada).

El valor de cambio enfrentó dificultades adicionales para triunfar en áreas fuera de Occidente. Marx no pensaba que el modo de producción capitalista se desarrollaría obligatoriamente en Rusia; por el contrario, pensaba que la obshchina, con sus particularidades, podría ser el punto de apoyo para el desenvolvimiento del comunismo después de una revolución victoriosa en Occidente. Sea como fuese, Marx no imaginaba que el modo de producción capitalista triunfaría fácilmente en el área eslava, tan grande era la vitalidad de la obshchina con la que él contaba. Las reformas de Stolypin y el desenvolvimiento del modo de producción capitalista en la industria indujeron a Lenin y los bolcheviques al error. Ellos subestimaron la vitalidad y la resistencia de la obshchina. Quizás porque la obshchina aparecía menos en las estadísticas, más no había sido eliminada en tanto que comportamiento de la población adaptada a una cierto medio. Esto debía conducir necesariamente a una actitud errónea hacia el campesinado, a buscar forzar el desarrollo del modo capitalista de producción (Véase, por ejemplo, la insurrección en Ucrania y Makhno, así como también la diversificada polémica sobre la intención de los bolcheviques de acelerar el movimiento histórico).

El despotismo del Zar fue reemplazado por el despotismo del capital, que no podía ser realizado más que al precio de una represión espantosa sobre los proletarios y los campesinos. Una represión siempre renovada, como si la tendencia hacia el comunismo hubiese sido inexpugnable.

En Asia el movimiento del valor de cambio tendió a autonomizarse cada vez más, las clases y los individuos se comenzaron a formar, pero no fue sino por medio de la intervención externa de otros países capitalistas que el capital fue capaz de desarrollarse.
Sin embargo, domina a la sociedad solo formalmente y estamos viviendo un período particularmente crucial de su transición a la dominación real, gracias a la ayuda de la comunidad capitalista mundial representada por la capital estadounidense.
Asia solo puede encontrar un cierto equilibrio si las antiguas comunidades son reemplazadas por las comunidades de capital, ya que por el momento, dada la debilidad del movimiento revolucionario mundial, desafortunadamente debemos excluir la posibilidad de un devenir inmediato hacia el comunismo.

En definitiva, toda la historia del ser humano es la historia de la pérdida de su comunidad más o menos estrecha, más o menos  inmersa en la naturaleza (de allí la idolatría de la naturaleza), bajo la acción del valor de cambio en la forma-dinero (equivalente general, dinero universal). Por consiguiente, el capital se ha constituido como una comunidad opresiva, y plantea su destrucción como una necesidad para el ser humano de encontrar una comunidad humana real: la especie humana como polo universal y el humano social como polo individual, así como la mutua interpenetración armoniosa entre ambos.

Tal es el comunismo -teoría y práctica del proletariado en su sentido clásico, y en el sentido de la clase universal [2] que ya es la negación en términos de clase-, y su invariancia.

Desde este punto de vista siempre podremos situar mejor todo lo que ya es caduco en la obra de Marx, y simultáneamente captar todos los elementos que nos permitan comprender en profundidad la actual dominación real del capital: la inversión de todos sus presupuestos y su substitución por los presupuestos del capital que, alcanzando la dominación real, engendra delincuencia y locura.

Trabajar para producir esta síntesis es importante, pero sería solo una actividad fragmentaria si al mismo tiempo no intentáramos percibir cómo esta síntesis ya está en acción en las diversas manifestaciones de diversos elementos, incluso si algunas veces permanece aún bajo la forma grupuscular.

Mayo fue la emergencia de la revolución. Desde entonces, comenzó al interior de la clase universal –que aún es una clase para el capital, es decir, el conjunto de “esclavos” del capital- una lucha que conducirá al revolucionamiento total de esta clase y a su constitución en comunidad-partido, primer momento de su negación. Este movimiento contradictorio es fundamentalmente un proceso de eliminación del pasado; esta clase no puede comprenderse a sí misma sin haber eliminado las viejas determinaciones y representaciones. Evidentemente, esto con frecuencia puede ocurrir de una manera cómica, porque el pasado solamente es rechazado cuando es sometido a una resurrección paródica (como es el caso de las izquierdas rusas y alemanas, por ejemplo).

Fue sobre la base de las separaciones sociales inmediatas, creadas por el capital, que se sustentó la consciencia de los movimientos revolucionarios estadounidenses (Panteras Negras, Yippies), alemanes y  franceses en mayo de 1968. La oposición entre clase proletaria y clase media, fundada en la distinción entre el trabajo productivo y el trabajo improductivo, entre la producción y la circulación, entre producción y consumo, fue tomada por Marx como la base de su visión de la revolución comunista y  de la dictadura del proletariado. Tal perspectiva afirmaba lo mismo tanto para el desarrollo del capitalismo como para la dictadura del proletariado: la generalización de la condición del trabajador productivo. Esta perspectiva está hoy ya materializada por el capital,  y el potencial revolucionario previsto en 1848 definitivamente se ha agotado. La producción para el capital se ha convertido en una realidad para la vida de toda la población. Sin embargo, a cada situación particular en el proceso del capital, se respondía con una visión “de clase” que oponía trabajadores de cuello blanco con obreros, a trabajadores manuales y trabajadores intelectuales, negros a blancos; proletarios a pequeño-burgueses; de la misma forma en que las mafias del capital se oponen entre sí.

En Francia y en Alemania, el movimiento fue considerado como un movimiento  específico de las clases medias, como un mero detonador de un movimiento que sólo podría ser adecuado para la clase proletaria. Es decir, nunca fue comprendido ni considerado como un movimiento de la clase universal. No se reconoció la identidad de las situaciones de cada uno dentro, y frente, al capital. Sin embargo, el movimiento de 1968 fue la prueba de la desaparición de las clases medias tal como Marx las había concebido, y el comienzo de la lucha humana contra el capital.

La clase proletaria, categoría del capital, abandonará cada vez más los viejos partidos sin llegar constituir nuevas organizaciones, sino que vivirá una metamorfosis que la hará capaz de unirse con otros componentes de la clase universal.

Solamente los nostálgicos del pasado pueden decir que el movimiento de 1968 fue un fracaso, son ellos los incapaces de pensar en un proceso revolucionario que necesita muchos años para realizarse. Desde mayo viene ocurriendo un movimiento de producción de revolucionarios/as. Son ellos/as quienes comenzarán a comprender las exigencias existenciales de la revolución: es necesario que la representación del capital que parasita los cerebros de cada uno de nosotros sea aniquilada. Eso no va a suceder mediante la intervención de grupos “conscientes” que impongan una nueva representación sobre nuestros  cerebros intoxicados, ni tampoco será realizable de un solo golpe en un día “x” determinado por la fatalidad, sino que irrumpirá después de una larga lucha que irá abarcando cada faceta y cada campo de la vida que nos es impuesta por el capital. Lucha real, efectiva, que no podrá agotarse en un delirio marxista-psicoanalítico-estructuralista para saber si una lucha es demasiado teórico o, a la inversa, si tal lucha es demasiado práctica, si las condiciones objetivas están maduran y las subjetivas no, si la organización es necesaria y cuál es la mejor estructura y la instancia más pertinente para actuar … Ese delirio es el sueño del capital: una eterna revolución permanente que jamás llega a consumarse, siempre detenida por alguna misteriosa “amarra”: la carencia de alguna condición objetiva, lo que aún no ha sido dicho por alguna teoría, etc.

En vano se espera la revolución: ya está sucediendo. Es imperceptible para quienes esperan una señal particular, una “crisis” que desencadenaría un vasto movimiento insurreccional, que a su vez produciría alguna otra señal esencial: la constitución de la clase en partido, etc. En realidad, la ruptura del equilibrio comenzó mucho antes de 1968, y Mayo fue una exteriorización de tal proceso en todos los niveles del proceso de la vida del capital, así lo fueron también las “ocasiones desperdiciadas” que, a pesar de no haberse transformado en crisis en el antiguo sentido de la palabra, permitieron a los proletarios comenzar a destruir su domesticación. La creciente ruina de nuestra sumisión real al capital posibilitará que confrontemos la verdadera cuestión de la revolución: no se trata de cambiar la vida, porque toda la vida ha sido esclavizada, domesticada, desviada por la existencia de las clases por milenios, sino de la creación de una vida humana.

 

Jacques, CAMATTE

Abril de 1972

 

Notas.

[1]  Exemplo : Prudhommeaux. Cf. Invariance, série II, n°1, 1971

[2] La clase universal puede ser organizada por el capital: es su forma de negar la existencia de las clases, pero tan pronto como se agita se mueve hacia el polo comunista de la sociedad.

[3]  Los miembros del PCF son los más implacables en mantener al proletariado clásico en un gueto dentro de la sociedad; lo consideran su propiedad privada; por lo tanto, defienden ferozmente sus características y virtudes; lo han reducido a un racket que protegen celosamente. Uno solo tiene que notar cómo ladran tan pronto como otras mafias intentan invadir sus territorios. (sobre el término racket, recomendamos vivamente el texto Sobre la organización –también de Camatte-, disponible en internet).